El triunfo del cine coreano

El triunfo del cine coreano

Enrique Mora Roás. Graduado en Estudios de Asia Oriental.

Desde la primera proyección de una película en Corea en el año 1903 el cine de este país ha vivido etapas muy convulsas en su desarrollo, etapas que nos hacen ver con otra luz el éxito que están teniendo actualmente en la comunidad nacional e internacional los trabajos de directores de esta península en Asia Oriental. Los primeros desarrollos del cine coreano estarán estrechamente ligados al folklore de esta región pero no debemos olvidar que, aunque esto haya inspirado a muchos autores actuales, la situación en la que se empezó a poner en marcha la industria vino de la mano de muchas restricciones impuestas por el gobierno colonial de Japón. Este gobierno en todos los sentidos estaba en contra de un desarrollo de identidad coreana por lo que poco a poco y durante la primera mitad del siglo XX los filmes estarían sujetos al escrutinio de las autoridades.
Con el fin de la ocupación, la Guerra de Corea y la división, Corea del Sur llevaría a cabo intentos fructíferos de recuperar la industria en una época complicada para el pueblo coreano. Es el momento en el que se habla de un resurgimiento y de una Edad de Oro entre los años 1955 y 1966.

Autores como Kim Ki-young y su película The Housemaid (1960) romperían los esquemas del momento en lo que a las “normas del cine” se refería pero también a la tradición familiar coreana basada en el confucianismo. Con él toda una saga de directores que transgredían lo que habría sido considerado como “correcto”, explorando así nuevas formas de hacer cine y nuevas historias que contar, marcarían la historia y el estilo del cine coreano de una manera que es visible hasta hoy en día, hecho que exploraremos más adelante.

Los años 70 serían un periodo de declive debido a la censura, pero podemos observar en esta época intentos por recuperar esta manera de hacer cine a través de organizaciones como la Korean Motion Picture Promotion Corporation que finalmente daría lugar al Korean Film Council que actualmente está apoyado por el Gobierno de Corea del Sur. Los 80 servirían como otra prueba de este intento para mejorar las condiciones del cine, autores como Im Kwon-taek recibirían reconocimiento internacional a la vez que intentaba recuperar elementos tradicionales coreanos explorando hechos como la situación del buddhismo en esos años a través de Mandala o recuperando el arte vocal del pansori en Sopyonje. Estos títulos vendrían de la mano de cambios por parte del gobierno en lo que era permitido, en 1984 fue rectificada la ley que censuraba los largometrajes y en 1988 se empezó a permitir la entrada de películas de Hollywood sin requerir la autorización del gobierno.
Los finales de los 90 y el cambio de milenio llevarían al cine coreano a cotas nunca vistas antes, siendo denominado por muchos uno de los más sorprendentes avances en el mundo del cine. La producción de películas coreanas de la mano de autores como Kim Ki-duk con La Isla o Kang Je-gyu con Siri entrarían en la escena internacional a través de los festivales y la aclamación del público consiguiendo en esta época en Corea del Sur más beneficios las películas nacionales que las que se producían en Hollywood, hecho que, por otra parte, continúa hasta la actualidad. Solo a partir de los 90 hemos visto como la implicación del gobierno y empresas en promocionar y dar la oportunidad a directores para que plasmen sus ideas libremente han llevado al boom del cine coreano que vivimos actualmente y cuyos elementos son tan distintivos que actualmente en todos los circuitos internacionales el sello coreano es palpable y cada vez más año tras año.

Un ejemplo claro de este triunfo y de la entrada del cine coreano en la visión internacional ha sido a través del director Park Chan-Wook. El cineasta nacido en 1963 en Seúl y que vivió las etapas convulsas de los años 80 mientras se graduaba en filosofía ha sido uno de los más hábiles a la hora de aplicar las temáticas transgresoras del cine coreano y hacerlas comprensibles para un público no familiarizado con ellas como es el internacional.

Actualmente es considerado por muchos como la “cara visible del cine contemporáneo de Corea del Sur”.
Su primer éxito llegaría en el año 2000 con su película Joint Security Area en la que trataba el lado más humano de los soldados que permanecen en la frontera entre las dos Coreas. Para el público este film fue realmente revolucionario obteniendo grandes números en las taquillas y llegando finalmente al Festival de Berlín.
No obstante, no sería hasta su conocida como “Trilogía de la Venganza” que Park Chan-Wook obtendría su merecido reconocimiento internacional. Aunque la primera entrega, Sympathy for Mr. Vengeance (2002) fuese no muy bien recibida debido a su crudeza tanto en temática como en expresión, la crítica supo ver el potencial que tomaría forma justo un año después. La producción de Oldboy catapultaría a Chan-Wook a la cumbre de los circuitos internacionales llegando a ganar el Grand Prix del Festival de Cannes o mejor película en el Festival de Sitges. Aunque de temática violenta y cruda, las innovaciones técnicas y la frescura y rareza de sus personajes lograron encandilar a los públicos del todo el mundo consiguiendo que a día de hoy sea considerado por muchos una obra de culto. La última entrega de esta trilogía sería Sympathy for Lady Vengeance (2005) en la que todo lo aprendido previamente fue demostrado de manera magistral. Aunque no relacionadas entre ellas las tres tenían un tono marcado desde el principio y una temática central, la venganza y la violencia que causa. Chan-Wook es conocido como uno de los autores que mejor la tratan y él ha admitido que sólo quiere que sirva como un reflejo de sus preocupaciones y las consecuencias que tienen vivir o haber vivido en un entorno violento.

2013 será un año clave para entender la importancia que ha llegado a tener el cine coreano. En este año sería llevado a cabo el remake estadounidense de Oldboy que, por otra parte, recibió una dura crítica al considerar muchos de los expertos que carecía de todo lo que hacía al filme coreano una obra maestra innovadora y transgresora. Por otra parte, Park Chan-Wook debutaría en Hollywood con la producción de la película Stoker para la que mantuvo a gran parte de su equipo técnico para que permaneciera así la estética que tan famoso lo había hecho. Aunque la película no fuese realmente aclamada, el paso adelante que tomó en ese momento el director para insertarse en otros contextos y así mejorar su expresividad fue aplaudido por muchos. Finalmente, cabe mencionar que ese mismo año un compañero cercano a este director llevaría a cabo otra producción conjunta con EEUU; Bong Joon-ho dirigiría el taquillazo Snowpiercer.

La última producción que ha llevado a cabo Park Chan-Wook es la de La Doncella (2016) en la que nuevamente se propuso transgredir algunas de las temáticas que no son normalmente analizadas en el cine de Corea del Sur. Junto con su aire característico de thriller cargado de violencia y situado en el periodo colonial que vivió Corea durante la primera mitad del siglo XX, Chan-Wook narrará una historia de amor y seducción entre las dos protagonistas. Al haber sido preguntado por esta cuestión el contestaba simplemente que quería tratarlo “con toda la naturaleza que merece”.
Todos estos hechos nos llevan a concluir que el cine coreano está experimentando un crecimiento exponencial de la mano de la innovación de muchos de los implicados en su proceso creativo. Gracias a este hecho recientemente pudimos disfrutar de películas como Train to Busan o En la playa sola de noche en cines españoles y esperamos que así siga siendo debido a la riqueza expresiva que nos trae el cine coreano desde hace ya más de una década.

Enrique Mora Roás. Graduado en Estudios de Asia Oriental